30 de mayo de 2019

La hora de la verdad

Durante el trayecto hacia el portal me cruzo con varias personas, aunque sólo veo siluetas difuminadas y escucho sonrisas siniestras. Puede que la falta de sueño,  más el estrés generado por lo ocurrido, estén provocando una confusión en mi cerebro. Necesito acostarme y desconectar por un momento, si puedo.
Al entrar a mi apartamento me dan ganas de vomitar. Vacío mis entrañas en el inodoro y me lavo la cara con agua fría. Después voy a mi habitación, me desnudo y me tiro sobre la cama buscando refugio bajo las sábanas, pero es imposible encontrar paz siquiera en mi hogar.
Ansiedad.
Ansiedad.
Ansiedad.
¡Puta ansiedad!
Respiro profundo y cierro los ojos con la ingenua esperanza de que todo se normalice, pero nada cambia. Al contrario. La habitación se vuelve más pequeña; me atrapa, me encierra. En mi mente no paran de proyectarse imágenes de la discusión. Desesperado, doy vueltas en la cama hasta terminar bañado en sudor.
«Me lo merezco. Me lo merezco», no dejo de repetirme.
Siento que me asfixio entre estas cuatro paredes. Me levanto y vuelvo a vestirme. Me pongo unas botas Dr. Martens Combs, un blue jean gastado, camiseta blanca y una sudadera negra con capucha. Mi uniforme callejero.
Antes de bajar compruebo desde la ventana que mis amiguetes se han marchado. No hay rastro de ellos.
Salgo a la calle. Camino sin rumbo, con la mirada perdida. Así continúo durante media hora, hasta que me canso de deambular. No quiero volver a casa. No quiero pasar por el lugar de los hechos. Tengo miedo de volver a alucinar con agujeros negros y con demonios de placa y revólver.
Debería hablar con alguien sobre lo ocurrido, pero no me apetece molestar a mis amigos a estas horas, aunque algunos de ellos no habrán llegado a sus casas todavía. Sólo hay una persona a la que puedo recurrir en este momento. Es la única de la cuadrilla que trabaja los sábados por la mañana; también es la más fiestera. De manera increíble ha logrado compaginar ambas cosas: la juerga y el trabajo, y ser la mejor en ambas disciplinas.
«Te vas a dar una hostia muy grande», me dijo ella hace seis meses, después de confesarle mi affair y mi decisión de tener una relación seria con Tensi. La profecía se ha cumplido. En cuanto se lo haga saber me dará un par de bofetadas. Después saldrá a buscar a Tensi, y no precisamente para hablar.
No se trata de mi hermana, ni siquiera de una simple amiga. Te estoy hablando de la chica que abandoné por irme con Tensi. Para ella soy la mayor mierda del planeta, y con razón.

Maldita sea


Cerati
Me ha dicho ella que
os habéis liado!     7:43

¡Bum! No hay vuelta atrás. Espero reacciones; las de él, las de ella.
Iskar, en vez de responderme, envía una ráfaga de mensajes a Tensi. Lo sé porque su teléfono no para de vibrar, pero se abstiene en cogerlo.
─Es tu primo, respóndele ─le digo, pero la vaca no sale de su letargo y sigue mirando trenes invisibles─. Vale, ya respondo yo.
Hago un segundo intento por coger el móvil. Esta vez logro alcanzarlo pero no puedo desbloquearlo. Ha cambiado la contraseña. ¡Joder!
Tensi abandona su estado vacuno y trata de recuperar el teléfono. Se lanza como loca contra mí. Recibo tímidos puñetazos y algún arañazo, pero mi camiseta de El Último Ke Zierre se lleva la peor parte: la rompe por el cuello. Busco una vía de escape para evitar que me saque un ojo, o los dos. Aunque el daño ya está hecho. Ha roto una prenda que lleva impregnada multitud de anécdotas, conciertos y mucha fiesta encima. Que me engañe con un pobre diablo lo puedo superar, pero que la haya tomado con mi camiseta es imperdonable.
Tensi y yo salimos del coche. Camino hacia atrás con el brazo derecho en alto, evitando que me quite su móvil. No sé porqué no se lo devuelvo, ni siquiera puedo desbloquearlo. Ella insiste en tirar de mi hombro, hasta que giro con fuerza y su cuerpo va a dar al suelo. Tarda en ponerse de pie. Se siente humillada. No me alegra verla así, pero mantengo la distancia. La escena es surrealista. Todo ha sucedido tan rápido que no sé cómo y ni en qué momento hemos llegado a esta situación. Después de unos segundos se incorpora. Desiste en recuperar su teléfono y va directa hacia el coche, mientras me dedica un repertorio de ofensas. La sigo. Le pido que no se marche. No está en condiciones para conducir, al menos no así de alterada. Sólo deseo apartarla de mi vida, no que tenga un accidente.
Le devuelvo el teléfono, y lo acepta, pero sólo para lanzarlo contra mí. Lo recojo y entro al vehículo mientras ella intenta marchar.
─¡Sal del coche! ¡Voy a ir a la policía! ─En cualquier momento expulsará fuego por los ojos, por la boca, o por cualquier otro agujero que tenga disponible.
─¡Que te calmes, joder! ¡Así no puedes conducir! ─le digo.
Al lugar llegan dos patrullas con un par de agentes dentro de cada una. Tensi los ve y sale en su búsqueda mientras rompe en llanto. Yo también salgo.
Todo lo que ha sucedido hasta ahora me parece desmesurado, pero tener a cuatro policías dispuestos a apalearme -sin dar el beneficio de la duda- es elevar el drama a la máxima potencia. Ante sus ojos, el tipo de cresta y con la camiseta rota es un macarra maltratador. Mientras que la chica guapa e indefensa es una nueva víctima de la violencia machista.
El altercado ha invitado a los vecinos a posarse sobre sus ventanas. Los transeúntes ralentizan su ritmo al pasar. Alguien me saluda a lo lejos y hace gestos queriendo saber qué sucede. «Eso mismo intento saber yo», pienso, pero no lo digo. Niego con mi cabeza, indicando que todo está bien. Que no hay por qué preocuparse. ¡Y una mierda!
Llegados a este punto lo mejor es controlar mis gestos y medir mis palabras. Impedir que todo este lío vaya a más. Pero la actuación de Tensi me hace pensar que todo empeorará. ¡Que le den un Oscar ya, por favor!
Un agente me pregunta por lo ocurrido. Le comento lo del móvil, la discusión y la caída al suelo. Me dice que haberle quitado el teléfono ha estado mal. Un madero dándome lecciones de cómo actuar. Manda cojones. Frente a mí, la única mujer de los cuatro policías realiza una llamada, luego intenta calmar a Tensi. A los pocos minutos entra en escena una ambulancia. ¿La princesa necesita ser socorrida? Parece que de repente sufre de agorafobia, vértigo y trastorno de ansiedad al mismo tiempo. ¡Farsante!
Mientras tanto, un coche aparca cerca del portal del edificio donde vivo. De su interior sale una señora que se dirige hacia nosotros con prisa, desesperada. Es Hermenegilda, la madre de Tensi. Se produce un bonito reencuentro familiar en un marco inmejorable. Intercambian algunas palabras. Hermenegilda me observa, me insulta y viene hacia mí, pero dos de los agentes le bloquean el paso.
─¿Qué coño te ha dicho? ─le pregunto a la madre.
─¡Que le has pegado! ¡Esto lo pagarás, hijo de puta!
─¿Qué yo qué? ¡Estáis locas!
Dos patrullas de la policía, una ambulancia, mi pareja diciendo que la he maltratado, una señora loca amenazándome y mi camiseta del El Último Ke Zierre rota. No entiendo nada. Si se trata de una broma, hace rato que ha dejado de hacerme gracia.
Mi cuerpo se debilita y me empiezo a marear. La vista se me nubla y los sonidos los escucho cada vez más lejanos. Siento que voy a desplomarme, justo en el momento en que alguien me agarra del brazo. Es la agente.
─¿Se encuentra bien? Tiene que firmar este papel ─me dice.
─¿Qué es?
─Una citación judicial para el próximo lunes. Se le acusa de malos tratos.
─¿Malos tratos? Pero si yo… ─se me dificulta articular palabras.
─Firme, por favor ─me ordena la policía.
La observo a ella y me asusto. Sus ojos son negros y sus manos parecen garras. ¡Es un puto demonio! Junto a mi se empieza a formar un agujero sobre el asfalto. Me llevo las manos a la cara. Froto mis ojos. Al volver a mirar, el agujero y la forma diabólica de la agente han desaparecido. No hago más preguntas. Dejo un garabato como firma, me dan una copia de la citación y huyo a casa.

Uno

Miro el reloj por enésima vez. Son las siete de la mañana. Apenas he dormido desde que llegué anoche de Praga. Este insomnio tiene nombre, apellido y hasta número de la seguridad social. La mayor parte del tiempo aparenta ser humana, pero en algunas ocasiones me genera dudas. Sé que si no pongo fin a esta situación terminaré enloqueciendo. Recibo un mensaje en el móvil. Es ella, marcando teclas como siempre, nunca llama. Parece un puto robot. Tensi Voy a tu casa o marcho a la mía? 7:13 «¿Estás de coña? ¡Llevo esperándote toda la madrugada!», lo pienso, pero no lo escribo. «¡Vete a la casa del capullo con el que acabas de estar!», también lo pienso, tampoco lo escribo. Cuento hasta diez. Le respondo: Cerati Aquí te espero 7:15 Mi apartamento es el último de un edificio de cuatro plantas. En la cocina hay ventanales que ofrecen vistas a la parte de atrás de una discoteca, a un bidegorri y al parking que está en medio del monte. De pie, y observando hacia la calle, espero a que aparezca mi próxima ex novia. La veo pasar frente a mi portal. Aparca, pero no baja del coche y sigue con las luces traseras encendidas. Le escribo: Cerati Tardarás en llegar? 7:21 Tensi Sí, tengo el coche lejos 7:22 Cerati Ok. Hazme una perdida cuando llegues 7:22 Si le pagaran por mentir estaría forrada. Aguardo pocos minutos, pero los nervios me invaden. A pesar del frío, decido bajar al parking y sorprenderla. Pero, ¿y si está con aquel imbécil? Nunca he peleado por una mujer. Tampoco pienso gastar energía en ello. Tan sólo quiero confirmar mi sospecha y acabar con esta angustia de una puñetera vez. Salgo a la calle con la misma ropa con la que estaba en la cama: pantalón corto y camiseta, más unas chanclas y el pelo desgreñado. Parezco la versión dominguera de Robert Smith. Una vez abajo, avanzo hacia el coche de Tensi mientras le escribo: Cerati Pues sí que estás lejos. Con lo pequeño que es este pueblo y aún no llegas 7:28 Tensi Estoy yendo… 7:29 Cerati Escribes y conduces al mismo tiempo? 7:29 Tensi Sí, hago lo que puedo 7:29 Cerati Ok. Ten cuidado 7:30 A pesar del malestar, una parte de mí se divierte quitándole el disfraz. Tensi es la falsedad personificada. Una fuente inagotable de mentiras. Aunque soy sincero: en alguna ocasión también he mentido. No soy una puta hermana de la caridad. Pero, ¿lo hice con la intención de causar daño? No. ¿He dado puñaladas verbales sólo por el placer de herir a alguien? No. Actuar así es de psicóticos, y Tensi da todos los indicios de pertenecer a ese selecto grupo de trastornados. Continúo con mi aventura matinal. Veo que Iskar está online, significa que no están juntos. Entonces, ¿por qué Tensi tarda en venir? Los dos están chateando, eso está claro. ¿No les ha bastado con estar juntos y de fiesta toda la noche? Intento sacarle información: Cerati Qué pasa tío! Ésta ha marchado a casa o qué? No sé nada de ella 7:31 Iskar Hey ke dices!! Pues no se. La he dejado en su coche... Iva fina XD 7:32 Cerati Jajaja Ya os vale 7:32 Capullo... Estoy junto al coche. Me acerco despacio hacia la puerta del conductor. Ella sigue escribiendo en su móvil sin notar mi presencia. La observo durante unos segundos antes de dar un par de toques a la ventana. Se sobresalta. ─Egun on ─le digo. Después del desconcierto inicial, su mirada deja de expresar sorpresa y pasa a desprender odio, no sólo hacia mí, sino hacia ella misma por haberse dejado descubrir. Abro la puerta e intento quitarle el teléfono, pero se muestra ágil y logra protegerlo. Mi reacción no ha sido la correcta, pero es difícil atender al razonamiento cuando se está exaltado. Entro por la puerta del conductor, paso sobre Tensi y me planto en la silla del copiloto. ─¿Con quién chateas? ─le pregunto. ─Con mi primo. Estábamos discutiendo. ─¿Discutiendo? ¿Un sábado a las ocho de la mañana? Relación rara la vuestra. Venga, déjame ver el último mensaje que os habéis enviado. ─¡No! ¡Son asuntos de familia! ¡Son cosas privadas! ─Se le hincha una vena en el lado izquierdo de su frente. Parece que va a estallarle en cualquier momento. ─Vale. Vale. ¿Y por qué me gritas? Si la pelea es con tu primo, ¿no? Permanece callada. Ni siquiera es capaz de mirarme. Me cabrea su silencio. Me cabrea que me tome por gilipollas. Prefiero escuchar una verdad dolorosa y cortar por lo sano, que seguir alargando esta farsa. El problema es que la sinceridad y Tensi no son compatibles. Disimulo mi ira y adopto una pose menos soberbia; con tono diplomático le digo: ─Puedes parar ya, en serio. Si me has engañado con aquel subnormal, dímelo y se acabó el drama. Cada uno sigue su camino y no nos volvemos a ver. Así de fácil. No me responde, tan sólo observa hacia enfrente, como una vaca mirando al tren. Debería bajar del coche y dejarla sola, sin ninguna palabra más de por medio: La ruptura definitiva. Pero no lo hago. La terquedad le gana la batalla a la inteligencia, y opto escribirle a Iskar. Nadie pensaría, conociendo la situación actual, que hasta hace poco él y yo éramos colegas. Durante estos últimos meses fui su hombro después de que su última novia lo dejara. Pero, fruto de su soledad y aburrimiento, ha decidido lanzarse tras Tensi. Y a mí que me den. Medito una frase. La escribo. La leo. Dudo en enviarla. La borro. La vuelvo a escribir. La envío: